Reflexiones en torno al estudio sobre “Las urgencias hospitalarias en el Sistema Nacional de Salud: derechos y garantías de los pacientes"

Este interesante estudio, elaborado conjuntamente por las instituciones españolas de Defensores del Pueblo y publicado en enero de 2015, recoge que los Servicios de urgencias Hospitalarios (SUH) han ido introduciendo progresivamente herramientas de trabajo y elementos de gestión que han contribuido, de manera directa o indirecta, a la mejora de la seguridad del paciente. La implantación de los sistemas de triaje estructurado y las políticas de mejora de la calidad mediante el seguimiento de indicadores y modelos de acreditación de SUH han sido algunos de los avances más significativos.

 

La calidad de la atención y la seguridad de los pacientes en urgencias requieren un acertado sistema de clasificación desde la misma llegada al hospital. El triaje es un instrumento para priorizar clínicamente los supuestos que necesitan una respuesta más inmediata y urgente. Supone también, a posteriori, un instrumento de medición de la calidad de los servicios y una importante ayuda para la gestión de los mismos.

 

Existe coincidencia general sobre el alto grado de implantación de estos métodos de clasificación, con buenos resultados y generalmente ejecutados por personal de enfermería. Persisten algunos debates sobre la conveniencia de una mayor, e incluso una exclusiva participación de los médicos especialmente en la fase de triaje avanzado, labores de clasificación que asume también el personal experimentado de enfermería, según se ha puesto de manifiesto; o sobre la conveniencia de incluir parámetros y algoritmos específicos pensados para el colectivo específicos como el pediátrico, o para los pacientes crónicos y oncológicos, con discapacidad, con enfermedades raras o necesitados de cuidados paliativos.

 

Se ha llevado a efecto alguna experiencia piloto de derivación de pacientes, de carácter expresamente voluntaria, a centros extrahospitalarios de atención urgente, integrados en el área sanitaria del hospital en cuestión, para aquellos clasificados en el triaje hospitalario en los niveles de menor prioridad. Los especialistas que desarrollaron esta práctica la consideran efectiva y segura, señalando que es satisfactoriamente valorada en las encuestas de pacientes. Esto supone un ejemplo de las ventajas que ofrecen los métodos estructurados de triaje, cuando se ejecutan de forma rigurosa. Medidas de este carácter exigen asegurar una buena labor de orientación e información sanitaria a los pacientes y una constante mejora de los vínculos de coordinación entre niveles asistenciales, fundamentalmente urgencias de atención primaria y servicios de emergencias.

 

Una correcta estructuración e incorporación de los sistemas de triaje permite también un análisis y evaluación de las necesidades de dotación de los servicios de urgencias, en tanto que pueden revelar, por ejemplo, del total de demanda asistencial que soporta un determinado hospital, cuándo es más frecuente la atención a casos más graves (niveles 1 a 3) y cuándo el centro recibe más habitualmente casos de menor entidad o banales (niveles 4 o 5). Esto permitiría mejorar la planificación de recursos, según el tipo principal de asistencia prestada por cada centro.

 

Los colectivos de pacientes más vulnerables (mayores, oncológicos, con deterioro cognitivo, con enfermedad mental, discapacidades) destacan la insuficiencia del triaje clínico como herramienta para detectar las especiales necesidades de estos, como son el acompañamiento durante la asistencia o la priorización.

 

La priorización en el triaje y en la atención sanitaria se configuran también como opciones para acortar los tiempos de espera, que resultan recomendables en muchos casos, pero su establecimiento resulta igualmente complejo y es fuente de polémica, en la medida en que implica la prelación de unos pacientes respecto de otros, y precisa la fijación de unos criterios apriorísticos estrictos para llevar a cabo dicha diferenciación.

 

Coincidimos con el estudio en la importancia de la implantación de sistemas de triaje estructurado en los SUH, tal y como venimos recomendando des del año 2003 (Gómez Jiménez J. Clasificación de pacientes en los servicios de urgencias y emergencias: Hacia un modelo de triaje estructurado de urgencias y emergencias. Emergencias 2003; 15:165-174.). También coincidimos en su importancia como elemento fundamental para mejorar la seguridad de los pacientes, la organización de la asistencia y la gestión asistencial, abriendo la puerta a la evaluación de la complejidad y derivabilidad de los pacientes y a la implantación de estrategias de triaje avanzado y dinámicas multidisciplinares en general (Gómez Jiménez J. Urgencia, gravedad y complejidad: Un constructo teórico de la urgencia basado en el triaje estructurado. Emergencias 2006; 18: 156-164.).

 

Finalmente, no tenemos por menos que felicitarnos al ver que un importante y significativo número de profesionales y gestores de la salud, asesorando a los defensores del pueblo, llegan a la misma conclusión que nosotros: la necesidad de incorporar otros parámetros al triaje estructurado, muchos de ellos vinculados a situaciones de vulnerabilidad sanitaria y social. En esa línea trabajamos desde la nueva clasificación de grupos de urgencia-complejidad (CGUC), que permitirá aportar una información más útil para la gestión clínica de los SUH en general y de estas situaciones en particular, y desde la gestión de formularios vinculados al triaje estructurado, que permita crear circuitos y protocolos específicos des del triaje, tanto en la línea de las dinámicas multidisciplinares, como en la de la detección de las especiales necesidades de ciertos colectivos de pacientes más vulnerables; así como, de las necesidades de detección de situaciones de importancia social o de salud pública.

 

Estudio conjunto de los Defensores del Pueblo: Las urgencias hospitalarias en el Sistema Nacional de Salud: Derechos y Garantías de los pacientes.